lunes, 10 de diciembre de 2007

¿Y esta gente vota?

El viernes, después de acudir a una floja obra de teatro cumpliendo mis obligaciones críticas, me contagié del espíritu del puente de la Inmaculada Constitución. No tenía ganas de mirar el ordenador, ni leer, ni ver alguno de los dvdeses que tengo pendientes. Pura apatía prenavideña. Así que me dediqué a la práctica del zapping, esta curiosa forma posmoderna de ver la televisión que consiste en montarse un programa a base de trozos de programas, como un catódico monstruo de Frankenstein. Pero les confieso que lo que más atrajo mi atención fue un programa basura que emiten a esa hora en Antena 3 presentado por un sujeto bastante redicho.

El formato es el habitual: un grupo de tertulianos periodistas se constituye en pelotón de ejecución de los personajes y personajillos que desfilan ante ellos. Cuando recalé en el programa, ya estaba empezada una entrevista con una chica. Fue novia y es madre de la hija de un conocido presentador de la tele. De hecho se conocieron cuando ella ejercía de florero en un concurso conducido por él. Aunque su relación hace tiempo que se acabó, ella jura y perjura que sigue enamorada, y que aunque el presentador va por los platós contando su desamor, de vez en cuando- según la chica- él se deja caer en su cama. La ex florero es bastante guapa, hay que reconocerlo, pero no me engancha su toque a lo Glen Close de Atracción fatal y recupero mi trotar por otras cadenas. Tras un trozo de una veterana serie nacional de policías y otro trozo de una película española que hace dos temporadas no me entusiasmó demasiado, recalo de nuevo en el programa basura. Ahora se pone más interesante.

Empieza una entrevista a una nigeriana, relacionada con otro personaje del mundillo, que tras estar diez días desaparecida jura y perjura que ha sido secuestrada. La tipa no ha perdido el tiempo. Fue presuntamente liberada de sus captores dos días atrás y ya está hecha un figurín para contar en la tele su experiencia. La historia de su secuestro tiene más huecos que un guión de Ed Wood. El tribunal de ejecución se convierte en un grupo de agentes del FBI, aunque esta vez con la connivencia del espectador. Igual, pienso, es que estos programas funcionan como la conocida teoría de la transferencia de la culpabilidad de Hitchcock. A uno le caen mal los tertulianos periodistas, pero cuando se enfrentan a un caso de estos y le dan caña a una montajista uno de pone de su parte. El caso es que la nigeriana queda muy mal y le advierten que en España simular un delito es a su vez un delito. Tal vez pronto la secuestren pero con todas las de la ley.

Pero luego viene lo mejor. Ponen un video con las declaraciones de un sujeto que ha sacado un libro denunciando abusos sexuales en la Iglesia española. Según dice cuando tenía nueve años fue sodomizado por un fraile. A pesar de ello, quiso ser sacerdote, pero al descubrirse en el seminario su homosexualidad fue expulsado. Esto abre un debate entre los tertulianos periodistas. Uno de ellos, que lleva colgado al cuello un ostentoso crucifijo, quizás para librarse de los demonios que pululan por las teles, lo arranca con un “bueno, decirle a este señor que la Iglesia no condena la homosexualidad en si, sino su práctica”. Respuesta del redicho presentador: “me parece muy mal que empieces criticando la homosexualidad”. “Yo no la critico, pero digo que las palabras más duras del evangelio son de Cristo cuando dice que a los que escandalicen a estos pequeños más vale que le pongan una piedra al cuello y lo tiren al mar. Lo que no puede ser es que esta gente quiere entrar en la Iglesia y cambiar las normas. Es como si un comunista entra en el PP y lo quiere cambiar. No, mire usted, amóldese a las reglas”. Una de las compañeras va a entrarle al trapo, pero al fin y al cabo le entra primero el corporativismo. “Bueno, se que estas solo y parece una encerrona de todos contra ti”. “No, adelante, no tengo miedo, Dios está conmigo”.

Les ahorro el resto del debate, pero juzguen mi pasmo al descubrir que uno de estos sujetos que tiene como oficio despellejar gente es un integrista católico ¿Qué fue de la caridad cristiana cuando se mete con la simuladora de secuestros o con la chica guapa con el toque a lo Atracción fatal? ¡El tipo llega incluso a citar a San Agustín!. Pero el debate tiene otro momento dorado. Una de las tertulianas espeta a su vaticanista compañero la siguiente pregunta con cara descompuesta. “¿Qué pensarías tu de una monja que le dice a una niña de 12 años que su madre va a ir al infierno por haberse suicidado?” “Pues una mala monja”. “¡Pues eso que te contado me lo dijeron a mi!”. Miren por donde. Los del pelotón de ejecución tienen su pasado doloroso y sus heridas ocultas. Habrá que verlos como humanos, después de todo.

El programa se remata con la presencia de otro sujeto que ha ganado Míster Oso. Es un certamen que organiza una revista gay y premia a un homosexual que se distinga por su aspecto de macho machote, frente a los más metrosexuales. El tipo resulta ser un inmigrante musulmán. Por el día se gana la vida como pintor de brocha gorda y por las noches ejerce de boy en un local de ambiente. Tiene novio formal desde hace tiempo. Uno de los tertulianos periodistas le pregunta por la boda. Responde que tiene problemas de conciencia, pues está muy seguro de su amor por su chico pero su religión no ve bien lo de casarse gente del mismo sexo. Nadie incide en esta alianza de civilizaciones entre el Corán y la Biblia, pero una de las tertulianas periodistas elogia la coherencia de Míster Oso. ¿Televisión basura?. ¡Pero si salen católicos integristas y se elogia a los homosexuales que no se casan por coherencia con su credo! Que cosa más moral, por Dios.

Cuando apagué la tele y me dirigía a la cama, me acorde de un episodio de mi serie favorita, El ala oeste de la Casa Blanca. En él, el presidente Barlett, encarnado por Martín Sheen, se coge un gripazo y se pasa el tiempo viendo la caja tonta. Su hombre de confianza va a visitarlo. “Leo”, le dice el mandatario, “he visto un programa donde una pareja de novios hablaba de su amor. En esto que ponen un vídeo del chico enrollándose con la hermana de ella. Acaban pegándose. ¿Y esta gente vota?”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los romanos ya se olieron lo que se nos venía encima con todo el meollo judeocristiano paulino y no dudaron en desarrollar una implacable infraestructura vía leones y tortura. Y ni aún así.
Ojalá los alardes de pureza y parabien moral estuvieran reducidos sólo en el coto de la televisión basura. Como todos sabemos, no es así.

Anónimo dijo...

Como decía su tan citado y justamente jaleado Sir Winston Churchill, "el mayor argumento en contra de la democracia es conversar veinte minutos con un votante medio".

Anda que no.