lunes, 8 de octubre de 2007

El productor I




El Productor iba a ser la gran estrella del festival. Llegaba un viernes por la tarde y se iba 48 horas después. Su AVE aterrizaba en Sevilla a las 18:30 y me tocó, como muñidor y negociador de su presencia en Gades, recogerle en el coche oficial. Sabíamos que tenía fama de difícil, con lo que estábamos mentalizándonos para la excentricidad más absoluta. Aquella misma mañana de su advenimiento me reforzaron esa idea.

Me encontré en la oficina a la directora del Festival de Navarra, que lo había tenido en su evento en febrero presentando su producción Good Bye América. No coincidimos allí por horas, pues sus actos fueron el día anterior a mi llegada. La salude cordialmente y me preguntó por él.

- Llega esta tarde, yo voy a recogerle
- A ver que tal os va con él- y su cara se torció en un significativo mohín.
- ¿Por qué dices eso?
- Bueno, es un hombre muy peculiar, siempre tienes que tener alguien pendiente de él. Nosotros tuvimos que cambiarle la habitación del hotel. ¿Viene con la mujer?
- Sí.
- Bueno, eso es una ayuda – y sonrío con complicidad.

Todo confirmaba su leyenda negra de tipo difícil. En Madrid un buen amigo que trabajó en algunas ocasiones con él me había contado en su momento:

- Es temible, pero ya no es el que era. Desde que le dio el jamacuco hace tres años ha cambiado mucho. Ya no bebe ni fuma por prescripción facultativa. Además, es más amable.

Yo intentaba compaginar todo eso con mi experiencia con él, pues yo ya vi al Productor antes de que viniera al Festival. Fue en mayo, aprovechando mi visita al Documenta Madrid. Me escapé de las proyecciones para plantarme en su oficina y convencerle de que viniera. En los contactos previos por mail su secretaria me contaba que el problema es que después de nosotros venía San Sebastián y presentaba película, dirigida por su hija, con lo que las fechas se apretaban. Así que la causa merecía la comparecencia personal ante él para presionar.

Estuve toda la mañana dando vueltas por la habitación del hotel hasta que a eso de las 12 me dijeron por teléfono que el Productor estaba en la oficina y me esperaban. Su empresa se halla en un molón chalecito por la zona de Chamartín. Fue una de estas urbanizaciones que en su momento estaban en las lindes de la ciudad y ya han sido fagocitadas por el cemento. Hay que pasar a la segunda planta donde un primer filtro en forma de secretaria se comunicó con el tercer piso y me dio el placet para subir. Al llegar arriba me dio un salto el corazón. Esperaba lo típico, una antesala con su secretaria personal y luego un despacho donde estuviese él. Pero ambos estaban en la misma estancia.

Se impuso el protocolo. La secre salió de detrás de su mesa y me dio la bienvenida oficial. Luego me lo presentó. Se levantó y me dio la mano. Me invitó a sentarme y me ofreció las galletas que estaba tomando. Pensé que podía haber cambiado su vida, pero algún hábito golfo como el de desayunar al mediodía le quedaba. Las rechacé. Me pidió disculpas por el desorden, con libros de por medio, pero acababan de pintar aprovechando una ausencia suya de varios días. Luego me dijo el consabido “Bueno, cuéntame, que te trae por aquí”.

Mientras le largaba el discurso, que les ahorraré, (como decía cierto historiador naval español, “hago gracia al lector de los detalles”), caí en la cuenta de la curiosa disposición de la sala. El visitante estaba frente al Productor pero teniendo a la secre a la espalda. Ideal para que ésta le hiciese gestos o le mandase mensajitos mudos. Me percaté de que mi anfitrión lanzaba su mirada por encima mía de vez en cuando (por encima del objetivo de la cámara, que se diría en términos cinematográficos). Creo que conseguí interesarle cuando le hable de la retrospectiva que iría paralela al homenaje. Claro que si el Productor jugaba con el truquito de la secre a la espalda del invitado, yo también tenía mis cartas marcadas. La idea del homenaje se me ocurrió en el festival de Navarra, con lo que le escribí a su director artístico, que ha participado también el guión de Good Bye América, para pedirle su opinión. En su respuesta me dijo algo muy significativo.

- Ten en cuenta que ante todo es un productor, y lo que quiere es que se vea su obra.

Así que yo decidí hacer hincapié en lo de la retrospectiva y que sus dos últimas producciones en el terreno del documental, la citada Good Bye América y Noticias de una guerra eran inéditas en Gades, y se podrían ver en el Festival. Al final me dijo lo que sería un leitmotiv en las próximas semanas: que presentaba película en San Sebastián y que las fechas se apretaban. Quedó en responderme a la semana siguiente. Cuando le di la mano para despedirme, no pude por menos que dejarme caer.

- A ver si es posible que vengas. Para nosotros sería importante en esta nueva etapa que nos dieses un empujocito con tu presencia.

Me había prometido a mi mismo mantener un tono “profesional” en la charla, pero al final algo de melodrama no pudo por menos que filtrarse. Nos despedimos cordialmente. En la calle me di cuenta de que no les había dado el catálogo de la edición 2006 que había llevado para ellos. Volví a entrar y se lo di a la secre flitro de la segunda planta y me retiré definitivamente.

Antes de sumergirme en las profundidades del Metro madrileño, llamé a la gente del festival en Gades y les conté la gestión. Le había visto con buena disposición pero dependía si podía cuadrar la agenda por lo de San Sebastián. Solo nos quedaba esperar.

Durante las semanas siguientes nos pusimos nerviosos. Demoraba la respuesta una y otra vez, pidiéndonos aplazar la contestación definitiva. Al final el último miércoles de mayo me llamaron de su oficina.

- Jacobo, soy la secre del Productor. Te lo paso.

Como dijo una de las compañeras del festival cuando le detallaba el momento “Entonces apretarías el culo, ¿no?”.

- Hola Jacobo, soy el Productor. Podéis contar conmigo.

Hago gracia de nuevo al lector de los agradecimientos y las eufóricas llamadas que esa mañana corrieron por todo el organigrama del festival.

Todo esto lo recordaba cuatro meses más tarde, cuando me dirigía a Sevilla a recogerle. Intentaba compaginar su cortesía entonces y en algunas llamadas telefónicas posteriores con la imagen terrorífica que se daba de él, con el añadido de lo dicho ese mismo día por la directora de Navarra. Y también rondaba por mi cabeza lo que me contó ese amigo de Madrid que me habló del jamacuco.

- Entonces también hubo problemas económicos en la empresa, pero él siempre tuvo claro que el personal era intocable. No despidió a nadie. Son como una familia. Algunos llevan allí desde los 17 años.

Genio de la producción, irascible reciclado por sus problemas de salud, defensor a pesar de todo de su gente. Esta era la persona cuya figura aspiraba a ver entre el desembarco masivo del AVE de las 18:30.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Le estreno el casillero y paso a leer la segunda parte... ahora vuelvo.

Anónimo dijo...

Qué buena es la película de la hija. Sorprendente.

Monsieur Jacobine dijo...

Pues sí, teniendo en cuenta que las primeras películas de G.Qu.no eran nada interesantes, como "Cuando vuelvas a mi lado" o "El último viaje de Robert Rylands". Pero ya con "Héctor" levantó el vuelo. Aunque igual la "culpa" la tiene el cortometrajista David Planell, que ha colaborado en los guiones de estas dos películas.

Por cierto, ¿se da usted cuenta del paralelismo entre El productor y Coppola?. Ambos intentaron colocar a sus hijas como actrices ("El padrino III", "Las palabras de Max") y luego las ampararon como directoras.