domingo, 21 de octubre de 2007

Jesucristo Superstar: la revolución consolidada

¿Qué queda de Jesucristo Superstar casi 40 años después de su brillante irrupción en el mundo del espectáculo? En su momento sobrevivió a las polémicas creadas y llegó a ser un clásico en unos tiempos más tolerantes de la Iglesia. Las catequesis no desdeñaron proyectar la película y grupos parroquiales se sacaban unos duros para sus actividades haciendo montajes en Playback. Eran los tiempos del Vaticano II, bastante tolerante con la idea de convertir a Cristo y a sus Apóstoles en una comunidad hippie. Hoy en día, los vientos de Roma, tras la experiencia Wojtyla y Ratzinger han cambiado. El resucitar las misas en latín no parece muy compatible con educar a las nuevas promociones de cristianos con la obra de Lloyd Webber.

Sin embargo, el mito de Jesucristo Superstar es demasiado potente como para verse afectado por la doctrina oficial de la Iglesia. La prueba es que ha vuelto con toda tranquilidad al corazón del Madrid de Esperanza Aguirre, sin problemas y sin los piquetes que la acogieron en algunos sitios en su estreno. El integrismo católico tiene otros frentes de batalla hoy en día como para fijarse en Cristo desgañitando sus dudas en el huerto de Getsemaní. Su reentrada madrileña en el Lope de Vega de la Gran Vía ha sido tan pacífica como el reestreno de La bella y la bestia en otro teatro del Broadway de la Villa y Corte. No se puede por menos que recordar los avatares que sufrió la legendaria primera versión española, la de Camilo Sesto y Ángela Carrasco, que tuvo el detalle de estrenarse en noviembre de 1975, con Franco agonizando, lo que no deja de ser sintomático. Como los Rolling, Jesucristo Superstar ha acabado siendo aceptado como lo que es por todo el mundo: un clásico irrepetible del musical del siglo XX, que cambió el género para siempre.

Y ello sobreviviendo a los que han recalado en la obra. Poco más se supo de los que protagonizaron la película de 1973. Camilo Sesto se ha convertido en un frikie mediático. Ángela Carrasco está mas bien desaparecida en combate. Y Teddy Bautista, inolvidable Judas hispano, le cogió gusto a lo de las 30 monedas y acabó liderando la voracidad recaudadora de la SGAE. Incluso Andrew Lloyd Webber, que acabaría ennoblecido, no halló en sus futuras obras la capacidad de riesgo y la inspiración de Jesucristo Superstar, componiendo eficaces artefactos musicales pero perdiendo paulatinamente el alma. En la nueva versión madrileña destaca la juventud del reparto. Todos ellos nacieron después del estreno y se han criado con la obra, lo que puede explicar la extraña frialdad del montaje. No es lo mismo hacer un clásico consolidado que presentarlo contra viento y marea en su tiempo. Además, algunos de sus aspectos puramente escénicos han envejecido. Su excesiva sencillez se vuelve en su contra en varios momentos, como las coreografías, muy básicas a estas alturas del partido. Pero es pecata minuta, ya que por lo demás la obra sigue funcionando extraordinariamente. Su calidad musical permanece imarchitable y su visión de la Pasión y Muerte de Cristo, nada ortodoxa, sigue sorprendiendo. Algunos elementos, como el complejo personaje de Judas, decepcionado ante la deriva que toma Jesús, y el amor de la Magdalena, ya los planteó Nicos Kazantzakis en su novela La última tentación de Cristo, llevada al cine por Scorsese. Pero la escéptica visión del Mesías y su labor redentora es propia. No se trata de una obra atea o anticlerical, pero si una que se cuestiona si el sacrificio de Cristo sirvió para algo. Un Cristo que por otra parte es demasiado humano y poco divino en sus actos. El final del montaje, con Jesús crucificado sin posibilidad de resurrección, es demoledor desde ese punto de vista.

O sea, que Jesucristo Superstar la obra se coloca por encima del nuevo montaje madrileño, demasiado frío y con demasiadas irregularidades en su reparto, que ha pasado de ser una comuna hippie a un grupo de jóvenes hipervitaminados a la moda del siglo XXI. Igual es el precio de pasar a ser un clásico tras ser revolucionario.

(Este artículo lleva dos semanas esperando ser publicado en Diario de Cádiz. Como no se sabe cuando va a ver la luz pública se lo doy a ustedes, fiel público que me sigue por los blogs de 'paña, como exclusiva).

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Monsieur. Creo que hace bien. Este público que le sigue aprecia sus escritos y sus opiniones. Ese diario, lamentablemente, llena sus páginas sin usar todas las buenas plumas de las que puede disponer, y nos aburre con las de siempre, y a veces sufre de esa extraña miopía que le lleva a no ver más allá del peaje. Siempre le quedará escribir de carnaval o semana santa, aunque sé que no es su estilo.

Anónimo dijo...

En la mayoría de las revistas médicas existe la "Regla Ingelfinger", denominada así por el editor del New England Journal of Medicine que primero la aplicó, y según la cual se rechaza para su publicación cualquier artículo que haya visto la luz, en su totalidad o en parte, en otro medio (especialmente internet). Afortunadamente los periódicos Joly juegan en otra liga...

De todos modos no deja de provocarme risa la imagen de un tragacuras como Monsieur Jacobine asistiendo a una representación de Jesucristo Superstar, aunque fuera por motivos profesionales. Me lo imagino a la puerta del teatro, asaltado por la Duda y dicéndole a la taquillera: "dame el cáliz de amargura... pero hazlo pronto o me voy a arrepentir!"

Monsieur Jacobine dijo...

En realidad este artículo fue motu propio, fui a JCS en Madrid y le comenté a quienes ustedes saben si le interesaría que me tirase un folio sobre el tema. La respuesta fue afirmativa, pero ahí está atascado. Soy consciente de que los articulistas cuelgan sus trabajos en sus chiringos informáticos después de su publicación, pero como la cosa se demora me da miedo de que quiten la obra de Madrid y el artículo se quede sin vigencia. Además, nunca está de mas recordar a los periodistas de que la tecnología ofrece nuevas oportunidades de difusión de los textos.

Y Herr Doktor, me gusta JSC igual que puedo admirar los oratorios de Bach o las toneladas de gran arte religioso que han producido los siglos. Tan grande es la capacidad creativa –a veces- del hombre que se sobrepone a sus creencias. No obstante, como reflexiono en el ayer artículo y hoy post, JSC habla del redentor de aquella manera, no precisamente desde la ortodoxia. Si algún día se entera de que me ido a ver "Godspell" o "El diluvio que viene" entonces preocúpese.

Anónimo dijo...

Cuando llegue el día del Juicio Final, la Divinidad que presida el Tribunal le arreará una merecida colleja en el occipucio por haber osado comparar (o al menos meter en el mismo saco) a Juan Sebastian Bach con Andrew Lloyd Webber. Y váya entonces a llorarle a su hijo el hippie...

Anónimo dijo...

Xacto. Habrése visto qué poca vergüenza! No nos faltaba más que a Monsieur como El Aragón, preguntándose cómo sonaría la Pasión si Bach hubiera veraneado en Woodstock...

Anónimo dijo...

Ojf. No comment a lo anterior.

Monsieur, hace no mucho me vi en la tesitura de que cierta persona de (digamos) alto rango en la escala de mando científica (que no de nivel científico real) me ponía como los trapos por esos círculos de Dios. En realidad, en la base no había nada estrictamente personal, era un simple mobbing para angustiarme, hacer que abandonara o influir en el ánimo de posibles miembros de un potencial tribunal, con objeto de "colar" a su discípulo (con el que yo me llevo muy bien) antes que a mí. El acoso ha cesado en cuanto se pidió la plaza con un perfil parejo a mi curriculum: creo que ha comprendido que ya es inútil lo que haga, y ahora me trata muy bien. Creo que también piensa que mi memoria es flaca. Y ya saben Ustedes que no.

El caso es que alguien (que sí sabe de política científica y de ciencia en sí) me dijo que dado la personalidad y costumbres de esa persona de alto cargo (ya muy bien conocidas por los miembros de la comunidad científica española) el hecho de que me atacara podía no ser tan malo. De hecho, podía ser contraproducente que me defendiera. Sería como apuntarme en su equipo, alinearme en sus filas.

Por ello, y visto cómo escriben algunos de Ustedes que no escribían frecuentemente (y espero que ahora lo hagan con algo más de asiduidad) en el Diario y visto cómo escriben algunos de los que lo hacen con regularidad, considere un honor caer en el saco de los primeros.

Eh, que hay honrosas excepciones. Ya saben Ustedes que, por ejemplo, Tamara me parece una redactora impecable, y escribe mucho. Quede diáfanamente claro que no me refería a ella.

Anónimo dijo...

¿Ven? Yo, sin embargo, de primeras redacto como el culete. Algunos de los varios "muy bien" repartidos por el texto, substitúyanse por "perfectamente" o "del todo". En los posts me da tiempo a corregirlos y darles un par de vueltecitas antes de darles salida (y aún así sigo haciendo alguna que otra corrección en días sucesivos), pero en estos comentarios, no. A ver si cuando acabe la oposición me apunto a un taller de redacción...